De enero de 2013, la Procuración Penitenciaria de la Nación describe cómo a lo largo de los años la Unidad Residencial VI del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza se convirtió en un lugar para segregar a las personas consideradas “anormales,” que incluye drogadictos, personas con problemas psicológicos, homosexuales, y personas trans.
Por ello, dicha Procuración Penitenciaria de la Nación recomendó al Director del Servicio Penitenciario Federal que derrumbara el muro perimetral que rodea la unidad “no solo para convertirla en lugar de permanencia; sino que además permitiría la inclusión del colectivo trans, travesti y homosexual(…) con el resto de la población penal, proporcionando un tratamiento penitenciario digno.”
Sin embargo, la situación en el complejo dista de haberse solucionado puesto que los internos e internas siguen viviendo en deplorables condiciones y, la mayoría de las veces, sin una asistencia médica o acceso a medicamentos para el VIH o tratamientos hormonales.