Este página fue desarrollada en 2017. Algunos conceptos y contenidos aquí publicados requieren una actualización. Próximamente comenzaremos a trabajar en la revisión de los contenidos, así como también en la nueva política de privacidad de la web.

Identidad

El reconocimiento de la identidad autopercibida

La lucha por el res­pe­to a la iden­ti­dad ha sido lar­ga y ha teni­do muchas varian­tes a lo lar­go de la his­to­ria. De mane­ra gra­dual, se ha logra­do ir modi­fi­can­do pro­gre­si­va­men­te la con­cep­ción de la iden­ti­dad de géne­ro. Lo que en un prin­ci­pio era impen­sa­ble, fue mutan­do hacia lo “tole­ra­ble”, has­ta alcan­zar la idea del res­pe­to por la iden­ti­dad auto­per­ci­bi­da del/la otro/a.

El con­cep­to de “sexo” fue adqui­rien­do dis­tin­tos sen­ti­dos a lo lar­go del tiem­po. En un prin­ci­pio, se lo enten­día des­de un pun­to de vis­ta bio­ló­gi­co y natu­ral, por lo que los jue­ces inter­pre­ta­ban que el dere­cho no podría tomar deci­sio­nes sobre este aspec­to ya que el sexo gené­ti­co era con­si­de­ra­do inal­te­ra­ble. Asi­mis­mo, con­si­de­ra­ban que esta­ba invo­lu­cra­do el orden públi­co y la moral social. Por lo tan­to, el indi­vi­duo no podría tomar deci­sio­nes por sí solo en este aspec­to. En caso de que se acep­ta­ra lle­var ade­lan­te una inter­ven­ción qui­rúr­gi­ca para modi­fi­car el sexo de la per­so­na, se debía pro­bar la exis­ten­cia de “her­ma­fro­di­tis­mo” (en tér­mi­nos correc­tos, inter­se­xua­li­dad), con el solo obje­ti­vo de supe­rar las ambi­güe­da­des que pudie­ra haber en rela­ción con su sexualidad.

Ver jurisprudencia

Más ade­lan­te, se empe­zó a enten­der que el sexo es pri­mor­dial­men­te un ele­men­to físi­co (geni­tal, cro­mo­só­mi­co y hor­mo­nal) y esto se dife­ren­cia del géne­ro, una cons­truc­ción social. De ahí se des­pren­de el tér­mino de iden­ti­dad de géne­ro, que pue­de o no corres­pon­der­se con el sexo bio­ló­gi­co asig­na­do en el naci­mien­to. Esta ter­mi­no­lo­gía fue el fru­to de una con­quis­ta social y de la visi­bi­li­za­ción de los dere­chos de las per­so­nas LGT­BIQ que a su vez gene­ran un cam­bio cul­tu­ral que pene­tra en toda la sociedad.

La juris­pru­den­cia en la mate­ria es fun­da­men­tal, a efec­tos de lograr avan­zar en el camino hacia la garan­tía de cier­tos dere­chos. Sin embar­go, el hecho de que las solu­cio­nes de los jue­ces sean tan hete­ro­gé­neos hace que en muchos casos se pue­da lle­gar a retro­ce­der, con sen­ten­cias des­fa­vo­ra­bles para las per­so­nas LGBTIQ, al no tener la segu­ri­dad y la pre­vi­si­bi­li­dad jurí­di­ca de que en casos simi­la­res la reso­lu­ción será seme­jan­te. Esta men­cio­na­da incon­sis­ten­cia fue borrán­do­se con el paso del tiem­po en vir­tud de una nor­ma­ti­va cla­ra y con­cre­ta que pudo zan­jar las cues­tio­nes que, en los ini­cios, que­da­ban más libra­das a dis­cre­ción de los jueces.

En 2012 se pudo san­cio­nar la Ley de Iden­ti­dad de Géne­ro (Ley 26.743), que fue redac­ta­da aten­dien­do a las pro­pues­tas y pro­yec­tos pre­sen­ta­dos por el acti­vis­mo y tenien­do en cuen­ta los ante­ce­den­tes juris­pru­den­cia­les de los par­ti­cu­la­res afec­ta­dos. Por medio de esta ley, se logró que las per­so­nas pue­dan modi­fi­car sus datos -géne­ro y nom­bre de pila- ante el Regis­tro Nacio­nal de las Per­so­nas, median­te un sim­ple acto admi­nis­tra­ti­vo, sin reque­rir la auto­ri­za­ción judi­cial pre­via, que­dan­do prohi­bi­da cual­quier refe­ren­cia a la ley como nota mar­gi­nal en la nue­va par­ti­da de naci­mien­to o en el docu­men­to de iden­ti­dad. No solo esto, sino que tam­bién se obli­ga al tra­to digno (artícu­lo 12 de la ley), res­pe­tan­do la iden­ti­dad de géne­ro adop­ta­da, aún sin mediar cam­bio regis­tral de género.

Lua­na, la pri­me­ra niña tran­se­xual en reci­bir su DNI con el cam­bio de géne­ro, a par­tir de la san­ción de Ley Nacio­nal de Iden­ti­dad de Géne­ro (2012).

Ade­más, la ley no impo­ne una edad míni­ma legal para rea­li­zar el cam­bio ante el Regis­tro Nacio­nal de las Per­so­nas (artícu­lo 5 de la ley). Esto impli­ca que una per­so­na menor de 18 años posee el dere­cho de acce­der al cam­bio regis­tral con­for­me a su iden­ti­dad de géne­ro, siem­pre que res­pe­ten los recau­dos que esta­ble­ce la ley.
En efec­to, la juris­pru­den­cia del tema mer­mó con­si­de­ra­ble­men­te lue­go de la san­ción de la Ley Nacio­nal de Iden­ti­dad de Géne­ro, que pudo sumi­nis­trar cla­ri­dad a la temática.

De esta mane­ra, la ley mar­ca el ini­cio de una nue­va eta­pa con mayo­res cer­te­zas en tér­mi­nos de dere­chos de la comu­ni­dad LGBT en rela­ción a esta temá­ti­ca, que lle­va­rá a deci­sio­nes judi­cia­les que deban ajus­tar­se a la pro­tec­ción de dichos derechos.