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Caso M., C. c. D., A. M. y/u Otro (2007)

Caso M., C. c. D., A. M. y/u Otro (2007)
23 mayo 2017 Identidad & Diversidad

En el año 2007, el Juz­ga­do de Pri­me­ra Ins­tan­cia de Dis­tri­to en lo Labo­ral de 5º Nomi­na­ción de Rosa­rio dic­ta sen­ten­cia en el caso de “M., C. c. D., A. M.”, en el que un emplea­do (C. A. M.) de la pelu­que­ría “LC” de Rosa­rio deman­da a su emplea­dor por des­pi­do sin cau­sa, y por daño moral (artícu­lo 245 de la Ley de Con­tra­to de Tra­ba­jo) deri­va­do de tra­to dis­cri­mi­na­to­rio, debi­do a su con­di­ción de tra­ves­ti y a su orien­ta­ción sexual, al inmis­cuir­se el emplea­dor en su inti­mi­dad (artícu­lo 1071 del Códi­go Civil) [1]. El juz­ga­do de Rosa­rio resuel­ve en favor del emplea­do, al con­cluir que hubo dis­cri­mi­na­ción en el des­pi­do, indem­ni­zán­do­lo por los rubros labo­ra­les corres­pon­dien­tes y por daño moral.

Tras un inter­cam­bio de tele­gra­mas entre ambas par­tes –el emplea­do inti­man­do a que el emplea­dor cese en su obrar dis­cri­mi­na­to­rio, y este últi­mo, a su turno, des­min­tien­do y toman­do tal inti­ma­ción como una inju­ria–, el emplea­dor deci­de des­pe­dir a C. A. M., por con­si­de­rar que hubo una pér­di­da de con­fian­za, un dete­rio­ro en el ambien­te labo­ral y una afec­ta­ción moral, cau­sa­das por el empleado.

El juez sos­tie­ne que el ale­ga­do poder de direc­ción del emplea­dor –al inter­pre­tar como inju­ria y obrar “anti­es­té­ti­co” el accio­nar del emplea­do– es nor­ma­ti­va­men­te infe­rior a los dere­chos fun­da­men­ta­les esta­ble­ci­dos cons­ti­tu­cio­nal­men­te, de cum­pli­mien­to obli­ga­to­rio. Y el emplea­dor, en este caso res­pon­sa­ble de pro­bar que su obrar res­pon­día a pará­me­tros de racio­na­li­dad o legi­ti­mi­dad (ante la desigual­dad mate­rial de las par­tes), no logró acre­di­tar que tuvie­ra razo­nes sufi­cien­tes para des­pe­dir al actor.

Ale­ga el juez que hubo vio­la­ción del artícu­lo 1071 del Códi­go Civil vigen­te en la épo­ca por intro­mi­sión en la inti­mi­dad y que, si bien la ley labo­ral no pre­vé expre­sa­men­te el supues­to de des­pi­dos dis­cri­mi­na­to­rios, en caso de omi­sión cabe apli­car suple­to­ria­men­te las reglas del Códi­go Civil y la ley antidiscriminatoria.

Así, el juez sos­tie­ne que:

Debe con­cluir­se que en el des­pi­do del actor tuvo un peso deci­si­vo su orien­ta­ción sexual y de géne­ro y su volun­tad de cons­truir su sexua­li­dad de un modo diver­so a lo que el emplea­dor esta­ba dis­pues­to a tole­rar, si de la prue­ba colec­ta­da no sur­ge que hubie­ra evi­den­cia­do un mal tra­to hacia los clien­tes o hacia sus com­pa­ñe­ros y sí que reali­zó diver­sos cam­bios físi­cos rela­cio­na­dos con su con­di­ción de homo­se­xual y tra­ves­ti, más de modo irre­sis­ti­ble por­que no se evi­den­cian como fru­to de una libre elec­ción anto­ja­di­za ni de una provocación.”

Por otro lado, adhi­rién­do­se a una pos­tu­ra inter­me­dia con res­pec­to al daño moral, por la que “(…) des­car­ta tan­to la pros­crip­ción de todo daño moral vin­cu­la­do al des­pi­do, como su per­ti­nen­cia en base en las reso­nan­cias espi­ri­tua­les de todo des­pi­do arbi­tra­rio, sin excep­ción algu­na (…)”, deci­de con­ce­der­lo, ya que este caso deri­va de un actuar ilí­ci­to del emplea­dor, que sería resar­ci­ble aun si no hubie­ra habi­do un con­tra­to labo­ral entre las partes.

El fallo es un tex­to refe­ren­te en cuan­to al desa­rro­llo de una noción diná­mi­ca, y no está­ti­ca, del sexo, plan­teán­do­lo como una cons­truc­ción per­so­nal que debe ser res­pe­ta­da. Antes de deci­dir, el juez reco­rre la situa­ción nor­ma­ti­va nacio­nal e inter­na­cio­nal, toda la cual tien­de a res­pe­tar las expre­sio­nes indi­vi­dua­les, cada una dife­ren­te de la otra.

Ade­más, el juez seña­la que, de regis­trar­se ofen­sas a ter­ce­ros por par­te de, en este caso, una per­so­na tra­ves­ti, éstas deben ser con­cre­tas y no meras moles­tias. Las meras moles­tias, que no gene­ren daños, no están ampa­ra­das cons­ti­tu­cio­nal­men­te, según lo esta­ble­ce el artícu­lo 19 de nues­tra Cons­ti­tu­ción Nacio­nal, ya que de hacer­lo podría incu­rrir­se en extre­mos que en muchos casos res­trin­gi­rían en gran medi­da el dere­cho a la iden­ti­dad, que a todos nos asiste.

Por últi­mo, se debe des­ta­car la ter­mi­no­lo­gía uti­li­za­da, hacien­do alu­sión a la con­di­ción homo­se­xual y “tra­ves­ti”. Este con­cep­to res­pon­de a un tér­mino his­tó­ri­co uti­li­za­do colo­quial­men­te pero que hoy en día posee una con­no­ta­ción mayo­ri­ta­ria­men­te con­si­de­ra­da peyo­ra­ti­va por lo cual se hace alu­sión, en gene­ral, a per­so­na trans, mujer u hom­bre trans, tran­se­xual o transgénero.

NOTA

[1] Fallo “M., C. c. D., A. M. y/u otro”, Juz­ga­do de 1a Ins­tan­cia de Dis­tri­to en lo Labo­ral de 5a Nomi­na­ción de Rosa­rio (JLa­bRo­sa­rio) (5aNom), 22/06/2007, LL Lito­ral 2007 (noviem­bre), 1126 – LA LEY 12/11/2007, 11, con nota de Juan Pablo Cifré; LA LEY 2007-F, 441, con nota de Juan Pablo Cifré; Cita onli­ne: AR/JUR/5043/2007.

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